Seguramente, el chiste contado en español quede un poco descontextualizado (es lo que tiene el humor popular cuando salta la frontera lingüística), pero en Marruecos causa muchas risas entre hombres. Según me asegura Samir Bargachi, presidente de la Asociación KifKif (primera asociación LGTB en Marruecos), “la figura de zamel no se equipara, de ninguna manera, al gay”, su connotación es despectiva y humillante, además de vejatoria. Solo se denomina así al homosexual pasivo, mientras que el homosexual activo está bien considerado socialmente, representa al macho ibérico o, en caso de Marruecos, al macho ‘berebérico’, por lo que goza de buena estima en los círculos masculinos.
Este hecho de que haya diferente rasero para medir a quien tiene el rol activo o pasivo en el sexo solo puede significar que gran parte de los hombres en Marruecos aceptan la homosexualidad, de forma implícita, aunque rechazan tajantemente al homosexual pasivo por su rol de género. En un sistema patriarcal, lo femenino se construye como “lo otro”, lo débil, lo subordinado al mundo masculino, mundo que se erige como el valor dominante.
No se rechazaría, por lo tanto, al homosexual por el hecho de serlo sino por su adquisición del rol femenino, lo que le haría merecedor de toda una catarata de insultos, estigmatizaciones homófobas y atribuciones nefastas. Lo paradójico es que la raíz lingüística del término zamel es la misma que la de la palabra zamil que viene a significar compañero, en árabe.
Generalmente, estos chistes son historias reales que conforman el imaginario popular marroquí, muchas veces disfrazadas de ficción y humor, para disipar la sospecha de quienes las cuentan y, a la vez, de quienes las escuchan. Una forma sutil de hablar del tema en los espacios públicos masculinos recurriendo a la ficción. Una manifestación bicéfala de la necesidad de debatir la homosexualidad y a la vez esquivar la susceptibilidad social que acompaña el debate.
Hoy, los tiempos han cambiado: no se asemejan a los de mi niñez, ni a la de Samir.El discurso es otro, después de casi 15 años de lucha y visibilización, con largas campañas de concienciación y sensibilización sobre las libertades individuales y la homosexualidad. Actualmente, los medios de comunicación marroquíes han sustituido términos como zamel o ‘desviado’ por mithly (“igual que yo”, en árabe). De hecho, así se llamó la primera revista LGTB en Marruecos, impulsada por KifKif. “Es una batalla ganada y una realidad imperante sin marcha atrás”, sentencia Bargachi.
Otro punto de inflexión en este proceso de cambio en relación con la homosexualidad lo estableció Abdellah Taïa, escritor marroquí en lengua francesa, afincado en París. Él manifestó públicamente su homosexualidad, tanto a través de su literatura como mediante entrevistas concedidas a la prensa marroquí. La más sonada fue portada de la revista Tel-Quel, en junio de 2007.
La revista de actualidad Tel-quel, cuya portada de un número del verano de 2007 empezaba a mostrar la ‘salida del armario’ de algunas personalidades marroquíes, entre ellos el escritor Abdellah Taïa.
En 2008, tuve la suerte de coincidir y moderar una mesa de debate, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, sobre la homosexualidad en Marruecos, acompañando a Abdellah Taïa, Samir Bargachi y Dalal Rhazzar. Y en septiembre pasado se estrenó la película Ejercito de salvación dirigida por el mismo Taïa, y basada en su novela autobiográfica del mismo título. La película fue rodada por completo en Marruecos.
Por fin puedo saborear ahora aquellos chistes de mi infancia con el tono de la igualdad, bajo el prisma de la creación artística y literaria. Décadas son las que separan la obra de Mohamed Chukri de la de Taïa, aunque. en mi parecer, un círculo de la esencia marroquí queda bien atado en su versión creativa, tratando de transmitir al lector un Marruecos tal cual es. Un Marruecos sin complejos.
Escena del filme ‘Ejército de salvación’ de Abdellah Taïa. La película se rodó íntegramente en Marruecos luego de obtener todos los permisos por parte de Gobierno, y sin haber ocultado la temática en su tramitación.
Samir Bergachi me contó, con cierto orgullo, que en la versión online de la revista Mithly recibían insultos de todo tipo, entonces se les ocurrió categorizarlos y establecer un ranking de los insultos más creativos. Invitaron así, a los ‘adversarios’ a mejorar sus argumentos, en caso de que éstos existieran. Si existen categorías de chistes ¿por qué no una de insultos?
Después de una perseverancia inmutable, esquivando las balas acusatorias del conservadurismo marroquí, el homosexual marroquí le ha ganado la batalla a sualter ego popular: el zamel. El ‘compañero’ se convierte en igual. Los iguales, hoy, ya no son maricones.
(*) Periodista, nació en Alhucemas, Marruecos, y vive en Madrid. Su blog es Tayín de Ideas.